Alethia Archilee

“Todos son iguales”, “piensan solamente con el cerebro chico y nada más”, “las mujeres inteligentes no se casan porque por un pedazo de chorizo tienen que llevarse todo el cerdo” son términos utilizados por la deformación del feminismo mejor conocido como Hembrismo.

Esta corriente social desatinada  ha contaminado la lucha de las mujeres que con base en el trabajo incansable de la búsqueda de la igualdad se han hecho acreedoras al respeto y consideración de sus iguales. Es dentro de este contexto que deseo realizar esta disertación, ya que aunque no puedo perder de vista que la disputa sigue siendo vigente debido a que en gran parte del mundo nuestro género continúa sufriendo las desventajas de la educación desigual, en otros sectores el feminismo se ha desvirtuado, perdiendo de foco el objetivo principal que es la equidad de género.

Expresa la segunda definición de la Real Academia Española el feminismo es un movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. El hembrismo por su parte es una ideología similar al machismo donde se pretende elevar al género femenino por encima del masculino, afectando severamente la relación saludable entre hombres y mujeres en el aspecto social, familiar, laboral y hasta en lo que al amor de pareja se refiere, ya que su único objetivo es entablar una competencia insensata cuyo fin es sobreponerse al varón en todos los sentidos.

Es entendible el enfado experimentado por las mujeres al saberse consideradas como seres inferiores, gracias a la indignación convertida en fuerza es que los cambios necesarios han logrado realizarse. Sin embargo tal vez sea bueno recapacitar hasta donde la irritación sigue siendo fuente de fortaleza y en qué momento esta emoción se desfigura en misandria (odio a los hombres) dificultando la percepción objetiva del sexo opuesto. 

Es una realidad innegable que las mujeres en el pasado fueron víctimas de las circunstancias culturales, muchas de ellas aún siguen siendo sobajadas en una buena parte del globo terráqueo incluyendo México. Aún hay millones de hombres que consideran a la mujer como un ser inferior, pero también existen un buen número de caballeros que a pesar de que han logrado evolucionar los arquetipos proveyendo el trato en equilibrio merecido a sus pares, sufren de las represalias de los resentimientos inconscientes de algunas mujeres que no logran separar de la realidad las impresiones ancestrales heredadas y/o las malas experiencias con algunos varones, calificando a todos los hombres como seres crueles y sin sentimientos y con ello pasando de un estado de victimas a victimarias.

Esta injusticia tal vez pueda ser minimizada usando la empatía, para poder desentrañar por medio del entendimiento en que momentos es saludable indignarse y cuando es innecesario encolerizar, me parece necesario aludir a los preceptos impugnados al varón, tomando en cuenta que en otros artículos he hablado sobre lo que se espera de las mujeres considero que no es necesario repetirlo.

Valientes, proveedores, condescendientes, capaces, competitivos, audaces, tenaces, potentes, bien dotados, etc., son algunas de las sentencias que vinieron a mi cabeza sobre lo que he escuchado de innumerables fuentes femeninas y masculinas con respecto a lo que los hombres “deberían” de ser.

Su poder ha sido asociado a su capacidad de conquista en el ámbito sexual, según su desempeño en este rubro es que en muchos casos se sustenta su autoestima, las exigencias fálico-utópicas han retorcido su autopercepción, degradando el percibirse beneficiosamente con todo y las diferencias hermanadas a su humanidad.

La virilidad de los caballeros ha estado coligada no solamente a su poder genital, también como proveedores del hogar es representada por su capacidad adquisitiva. El prototipo expuesto en los cuentos de Walt Disney es un claro ejemplo de esta afectación cultural, el príncipe azul ha de hacerse cargo de la princesa “indefensa”, tendrá que demostrar su valor luchando contra peligrosos dragones, escalando torres inmensas y por si fuera poco compitiendo contra otros caballeros para poder llegar a ganarse el corazón de su amada.

 Aquellos que por azares del destino o la mala fortuna no han podido desarrollarse económicamente tal y como se les exige desde el albor de los tiempos, tienden a sentirse inferiores porque su valor está basado en lo que dan y no en lo que son como seres humanos.

Entre estas programaciones colectivas al hombre no se le permite expresar sus emociones: llorar es sinónimo de cobardía y en muchos lugares es asociado a la falta de hombría. El hombre “no sintiente” sufre aún en la actualidad sus dolores en silencio, afectándose severamente emocional y a veces físicamente al no poder emanar sus sentimientos con naturalidad y libertad.

Deslindarse de estas sentencias es para ellos tan complicado como ha sido para las damas el hacerse cargo de sí mismas, empero gracias a la educación en el tema, en el presente es que se está logrando contraponerse a estos esquemas. Según Luis Carlos Restrepo en su libro el derecho a la ternura, estamos en una etapa de adaptación donde ambos géneros estamos aprendiendo a relacionarnos en equidad.

En el pasado las relaciones de pareja eran paternalistas, el hombre disponía y corría todos los riesgos de sus decisiones, la mujer obedecía y permanecía en un estado de “stand by mode” (modo suspendido) con relación a su empoderamiento.

Hoy día las mujeres pueden acceder a mayores oportunidades y los hombres reclaman su derecho a sentir, este hecho se ve claramente representado por Enrique Serna en su criticado artículo Hembrismo[1] para la revista letras libres donde expresa una visión bastante clara sobre el panorama hembrista en ciertos grupos sociales del primer mundo y asevera que “la decisión de no sobreactuar la hombría tiene que surgir de los propios varones, no de una reforma impuesta desde afuera”, postura que me parece pertinente desde un punto de vista respetuoso al libre albedrio y al proceso de evolución propio de cada ser.

Dentro de esta búsqueda incansable inherente a la equidad de género es que intentaré definir algunos puntos de manera objetiva y directa sobre cuáles son los derechos y obligaciones de las mujeres para proveer un trato justo al sexo opuesto, ya que con base en lo que podamos otorgar en amor y justicia es que estaremos en posición de exigir un trato de igual a igual.

Quizá de los temas que causan mayor controversia es el inherente al aspecto económico. Muchas mujeres viven esta doble moral donde por un lado promulgan autosuficiencia y por otro consideran un deber del caballero pagar su cuenta[2] e incluso hacerse cargo de sus gastos personales, exigiendo demagógicamente un trato parcializado por su condición femenina eludiendo las obligaciones que acompañan los beneficios de la liberación. La congruencia feminista debe ser dignificada por medio de los actos recíprocos como demostración de apreciación, ya que esto es una expresión clara de autonomía y madurez emocional.

Así como no es obligación de las mujeres acceder a realizar ningún acto que vaya en contra de sus deseos personales, tampoco debe ser impuesto al varón complacer los caprichos de ellas como si fueran niñas. Esto no implica que se deban rechazar los esfuerzos realizados por la pareja, pueden ser bien recibidos con gratitud y con la conciencia de que es su elección y no su obligación compartir sus recursos, a menos que esté claramente establecido lo contrario (ej. El hombre trabaja y la mujer se encarga del cuidado del hogar y los hijos).

En esta exploración de la libertad de a dos respaldada por el nacimiento del género global que tal y como menciona Edith Yesenia Peña Sánchez en su escrito la pornografía y la globalización del sexo[3], “las formas rígidas del patriarcado están desapareciendo, machismo y hembrismo transcienden a una diversidad de géneros flexibles”; se ha vuelto válido ejercer la sexualidad como sea conveniente para cada individuo, siempre y cuando este ejercicio no se utilice como medio de manipulación o como premio o castigo. Es sumamente violento obligar a una mujer a tener sexo sin su consentimiento, pero también lo es el realizar huelga de piernas cruzadas para obtener beneficios adicionales. El acto sexual independientemente, si va acompañado del amor o es con tintes pasionales, debe ser en libre elección y respetando la integridad física y emocional de todos los implicados.

Dice la creencia popular que las mujeres somos imposibles de entender, esto está ciertamente alejado de la realidad, todos los seres humanos somos capaces de introspectar en busca de la paz interior, cuando las mujeres aceptamos etiquetas de temperamentales, emocionales o extremadamente sensibles nos ponemos en desventaja, como seres pensantes tenemos la capacidad de discernir nuestro sentir y complementarlo con el actuar asertivo.

Nadie que no se entienda tiene el derecho moral de exigirles a otros lo que no se proveen a si mism@s. Los adultos con capacidades cognitivas desarrolladas comunican su pensar y su sentir con objetividad, separando emociones de pensamientos y repartiendo la responsabilidad de las situaciones con justicia.

Se vale expresar dolor, incomodidad, sentimientos de abandono, indignarse con los actos deshonestos e inhumanos etc., siempre y cuando sea tomando las riendas de lo que a mí me toca. 

Las mujeres debemos hacer consciencia que ningún varón podrá resolver nuestros sentimientos, llenar vacíos existenciales, sanar relaciones pasadas mal elaboradas o conflictos de la infancia no resueltos. Desear ser rescatadas en caballo blanco es obsoleto si lo que se busca es la soberanía existencial.

Como decía Simone de Beauvoir “El día en que sea posible para la mujer amar, no por debilidad sino por fortaleza, no escapar de sí misma sino encontrarse a sí misma, no humillarse sino reafirmarse - ese día el amor será para ella, como es para el hombre, una fuente de vida". 

Desde esta perspectiva ya no hay espacio para la misoginia ni para la misandria, los hombres y las mujeres ya no son enemigos, son solo personas con diferencias físicas y capacidades diferentes que buscan entenderse y llegar a un acuerdo beneficioso que permita construir una humanidad mejor.

Así que tal vez algún día ya no hablaremos de géneros hablaremos de personas, el 8 de marzo será para recordar a tod@s aquell@s que se armaron de valor y se atrevieron a transgredir los paradigmas y quizá el 19 de noviembre que es el día del hombre, nos recordará que no es el género lo que le da valía a las personas, es el hecho de ser Ser humano lo que hace a todos y cada uno dignos de respeto y consideración desde el amor.