“El que se enoja pierde”, “la envidia mata”, “los valientes no temen”, “el amor lo justifica todo”, etc., son frases populares enfocadas a reflejar estereotipos relacionados con las emociones. Algunas sensaciones son bien vistas y consideradas como positivas; otras, en cambio, son repudiadas, suprimidas y negadas por un número considerable de seres humanos.
La ira, la tristeza, la culpa, el temor, la envidia, etc., comparten en la psique de la sociedad, la idea de que son nocivas para el desarrollo del ser humano. Empero, cada una de ellas tiene un propósito de protección. Por ejemplo, el enojo produce adrenalina: pone al sistema nervioso en estado de alerta y lo condiciona con la fuerza necesaria para defenderse de los ataques corporales. Por su parte, la tristeza le permite al organismo descansar y recuperarse físicamente, además de darle oportunidad a la mente de organizarse de una manera más eficiente. Por otro lado, la función del miedo es protegernos de las amenazas externas, a través de un impulso que nos hace huir de ellas. La envidia denota el deseo incómodo de obtener un beneficio personal; pero bien usada, se puede canalizar para concretar y lograr objetivos personales.
¿Pero cuándo estas emociones se convierten en destructivas? Según Goleman, en su libro Emociones destructivas, un diálogo con el Dalai Lama, “las emociones destructivas son aquellas que dañan a los demás o a nosotros mismos”.
¿Entonces el amor, el placer o la devoción podrían considerarse destructivos? Si, por ejemplo, una persona permanece en una relación conflictiva, donde constantemente pone en riesgo su integridad física y emocional, so pretexto de encontrarse perdidamente enamorada, entonces el amor inutiliza su función primaria de bienestar y se convierte en destructivo. Si se encuentra placer en el trabajo, y éste es tal que nos lleva a agotarnos físicamente, descuidando la salud y las relaciones interpersonales, el placer está siendo demoledor. La devoción a alguien o algo también puede convertirse en nociva, si se lleva al extremo del fanatismo, donde no hay espacio para el respeto a las diferencias de opinión; un buen ejemplo es la interminable lucha entre Israel e Irán, blindados por la bomba atómica para sentirse seguros.
Las emociones no son buenas o malas por sí mismas, es lo que se hace con ellas lo que define su significado. Si aprendemos a identificarlas, nombrarlas y regularlas, podremos convertirlas en nuestras aliadas y aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen.
Si como diseñadores de moda nos permitimos explorar los sentimientos y encausarlos de manera inteligente, podremos utilizarlos para engrandecer nuestros procesos creativos y nuestra vida personal.
Y tú ¿sabes canalizar tus emociones?
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