Alethia Archilee
Hace algunos días aprovechando mi estadía en la ciudad capital, mi tía y mi prima me llevaron al colegio de San Ildefonso a visitar la exposición del artista brasileño Ernesto Neto. Cuando llegamos me percaté que el tema central aludía a la agudización de los sentidos. Para mis adentros pensé que no podía existir una mejor coincidencia y que podría hacer un súper reportaje, porque el tema propuesto por el creativo aplicaba perfectamente a la taxonomía de las secciones de la CUAADRILLA. Además parecía que iba a ser sumamente divertido, ya que en teoría se podían tocar y oler todas las obras.
Al principio estaba una red gigante rellena de pelotas, en la cual, si esperabas tu turno, podías acostarte; la imagen era por demás alentadora, con todos esos colores vibrantes y con esas formas de pulpo extraterrestre volador (como sugirió acertadamente un niño que estaba a mi lado), en verdad predisponía a seguir explorando.
Las obras de la entrada, minimalistas y alternativas, donde se mezclaban hierro y madera se sostenían de manera interesante y hasta pude captar una sensación de equilibrio. Sin embargo, al avanzar y contemplar el resto de las obras, mi ilusión inicial se fue en declive.
Con la emoción de poder interactuar con las piezas de arte, toda mi energía fluyó cuando visualicé a lo lejos un montón de almohadones gigantes rellenos de bolitas, de esas que se utilizan en los puffs; ya estando a punto de correr para derrumbarlos, me di cuenta que este fragmento artístico solo se podía mirar. Lo supe al ver que los niños se pasaban de largo con cara de aburrimiento,.
En una de las salas se encontraba una obra hecha a base de medias rellenas de especias, que generaban un olor agradable; en la siguiente, había una bola enorme que seguía la misma dinámica de nylon henchido de algo que según yo estaba listo para olfatear, hasta que la encargada me hizo ver amablemente que era arena para gato (lo primero que vino a mi mente fue rogar porque no fuera de reciclaje).
Al final unas pocas piezas eran para tocarse u olerse y gran parte de las obras eran contemplativas. Dentro de éstas, hubo una que en verdad llamó mi atención por sobre las demás, y me llevó a reflexionar sobre la diferencia entre arte y diseño.
La obra llamada,Dois Córtex no Vazio 2003, descrita como cinta adhesiva en hilo de terciopelo, era literalmente eso, un hilo pegado a la pared con un diurex; no sé cuál era la intención del artista, ¡si era crear conmoción!, a mí en un inicio me dejó atónita. ¿Es válido que se pueda pegar un hilo a la pared con cinta y exponerlo como técnica? ¿Será que me falta sensibilidad? ¿O que no estoy lo suficientemente empapada de conocimientos para entender algo que a lo mejor supera mis capacidades deductivas?
Entender el arte es de por sí complicado, porque discernir la intención expresiva de un autor, cuando se expresa de manera inverosímil, no es precisamente fácil. Intenté dilucidar con mis pocos conocimientos sobre esta materia, que tal vez la obra del hilo entra dentro del dadaísmo; sin embargo, salía de contexto con el resto de las propuestas en las que se veía que se había empleado bastante tiempo en pensar a lo grande. ¿En verdad eso es arte?
Si nos basamos en la segunda acepción que da la RAE para definir esa palabra, el arte esuna manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros… visto así, el hilo en la pared es indudablemente arte, porque es personal y no satisface más que una necesidad de autoexpresión. Sin embargo, yo me pregunto hasta qué punto está “permitido” utilizar elementos tan precarios y de manera tan simple para expresarse y qué repercusiones puede tener en el espectador y en la carrera del expositor. Seguramente y debido a su trayectoria, puede arriesgarse de esa manera.
En lo personal, yo prefiero contemplar obras más elaboradas que un hilo pegado con diurex, eso lo veo a diario si volteo al suelo bajo mi máquina después de coser.
Reconozco que el arte aporta muchísima inspiración, empero, sigo siendo partidaria indiscutible del diseño. Éste, aunque gran parte de las ocasiones es reforzado por connotaciones artísticas que buscan una adecuada estética y además, como una vez me dijo Francisco de MALAFACHA, también provoca emociones, es imprescindible que el usuario entienda la propuesta funcional que está pensada para complacerle.
Lo interesante del arte por sobre el diseño, es que cada quién ve lo que quiere ver, y es gracias a esta libertad que puede o no ser disfrutable.
Al final la subjetividad del arte y la objetividad del diseño comparten una función, que es la de satisfacer necesidades, y es esto lo que hace a ambos imprescindibles para el ser humano.
¿Y tú, que prefieres arte o diseño?
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