En este contexto, emergen interrogantes orientadas a replantear las prioridades y las estructuras psicosociales del agitado mundo globalizado del diseñador, tales como ¿hasta dónde hay que pagar el precio de la salud emocional, física y mental con el trabajo excesivo para complacer las demandas de la moda?, ¿hay alguna manera de realizar lo mismo con menos esfuerzo y más armonía?

 

Cuando ingresé a la Licenciatura en Diseño de Moda en Indumentaria y Textiles, no imaginé lo que me esperaba. Presuponía que mi vida iba a ser sumamente relajada durante el transcurso de la misma, haciendo costuras y rascándome la panza la mayor parte del tiempo. Cuál fue mi sorpresa al percatarme de que mis suposiciones eran sólo eso, porque la realidad fue que mi carrera exigía una preparación mucho más fuerte.

Ya inmersa en la licenciatura, pensé que entre más me esforzara, cuidara detalles insulsos en mis trabajos escolares y mantuviera el mejor promedio, iba a tener mejores resultados; sin embargo, lo anterior redundó en el detrimento de mi inestable salud en ese momento, y en vez de obtener lo mejor de mis procesos cognitivos, todo parecía ir en picada. Mis músculos contracturados con frecuencia me dolían debido al estrés, dormía pero no descansaba, padecía gastritis, colitis, dolores intensos de cabeza, estaba la mayor parte del tiempo de mal humor, no tenía actividades, ni muchas amistades que equilibraran mi vida personal y estaba a punto de un colapso nervioso.

 

Por fortuna, en octavo semestre tuve la oportunidad de irme de intercambio a Brasil. Durante mi estancia allá, aprendí a diseñar de manera relajada y, cuando me di cuenta, estaba más feliz que nunca y con mejores resultados. Al regresar a México tenía ideas frescas y renovadas, las apliqué a mi colección final, elaboré más piezas de las requeridas, transformables y de doble vista, bastante complicadas. Y lo mejor de todo fue que tuve el mejor semestre con respecto al manejo de mi vida, gracias al cambio interior que se sucedió en mí.

 

 

En todos los procesos lo más importante es definir el cómo: ¿cómo se logra llegar a un estado de felicidad y relajación cuando las exigencias externas parecieran imposibles de sobrellevar? La respuesta es una remasterización cerebral. Ésta se da a través de reeducar la forma de pensar, empleando nuevos programas y cambiando las creencias, para permitir la manifestación de la congruencia y el equilibrio.

¿Qué pasaría si decidieras enfocarte en lo positivo? Hagamos un ejercicio que me enseñó Marcela Ortega directora de la Casa Hogar Dulce Refugio: ¿Qué ves en la siguiente imagen?

 

 

 

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La mayoría responderá: “un punto negro”, porque es lo que más resalta; sin embargo, hay un espacio en blanco que también está ahí. El cerebro humano, en algunos casos, está adiestrado debido a los condicionantes sociales, a enfocarse en lo negativo. En mi convivencia con otros diseñadores y por experiencia personal, me he percatado de que a veces podríamos ser víctimas de un perfeccionismo excesivo, que en vez de conducirnos a la meta deseada, valorando los triunfos y aprendiendo de los errores, enfocamos nuestra atención en estos últimos, magnificando su importancia y negando la oportunidad de darles el justo valor saludable, para crecer a partir de ellos. Pero, ¿cómo reconciliarse con el error?

 

 

Existen diversas definiciones para describir al “error”, sin embargo, la que a mí más me gusta es la contenida en la quinta acepción de la Real Academia de la Lengua Española, referente al área de física y matemáticas, en la que se ve como una diferencia entre el valor medido o calculado y el real. Desde esta perspectiva, el error sólo es una diferencia entre lo que queríamos y lo que obtuvimos. Así de sencillo. También es una manera de aprender cómo no hacer las cosas, y es sobre todo una oportunidad para volver a empezar con nuevas herramientas.

 

 

Para respaldar lo anterior, es preponderante acompañar al raciocinio con elementos que realicen nuevas conexiones cerebrales, donde se asocie el error al aprendizaje y no al fracaso. Una manera eficaz y práctica es por medio del refuerzo positivo, (En Wikipedia uno puede leer que “un refuerzo positivo es ese reforzador que aumenta nuestra conducta porque al hacer esta conducta recibimos algo que nos gusta”). La educación tradicional está enfocada al castigo: desde pequeños nos enseñan a que si no salen “bien” las cosas vendrá una reprimienda posterior, lo cual aumenta la carga de estrés y obstaculiza los resultados deseados. Imagina cómo sería tu aprendizaje si cada vez que hicieras algo bien te auto-apapacharas o te auto-adularas, y cada que sucediera algo que no previste, en vez de martirizarte con laceraciones, agradecieras solamente la nueva experiencia fortificante.

 

 

Así que la próxima vez que tengas que descoser, o reeditar un proyecto, sólo recuerda que estás aprendiendo, y al fin y al cabo es gracias a estos desaciertos que tu eficiencia y desempeño mejorará con cada repetición. Al reducir tu auto-exigencia y adaptarte a las circunstancias por medio del refuerzo positivo, el estrés se reducirá exponencialmente.

 

 

 

 

FOTOGRAFÍA 1: http://www.leannewsmith.com/2012/08/08/contribution-in-the-workplace/

FOTOGRAFÍA 2: http://www.terapia-fisica.com/estres.html

FOTOGRAFÍA 3: http://iberorusa.com/es/blog/2012/02/17/las-diez-empresas-mas-innovadores-de-brasil/

FOTOGRAFÍA 4: http://functions-of-the-brain.brainfunctionz.com/healthy-brain/

FOTOGRAFÍA 5: http://bahialegal.com.ar/2012/08/01/error-o-descuido/

FOTOGRAFÍA 6: http://yocreomivida.blogspot.mx/2012/02/elevar-nuestro-amor-propio-tips-para.html

FOTOGRAFÍA 7: http://lainglesita.blogspot.mx/2012/01/como-descoser-una-costura-aprovechando.html