Alethia Archilee

Un corazón roto es una de las peores aflicciones que podemos experimentar los seres humanos. Las decepciones amorosas han formado parte del acontecer de nuestra historia y hasta donde sé prácticamente todos los osados que se han atrevido a amar han experimentado de una u otra forma la multiplicidad de sensaciones aunadas a las experiencias dolorosas de una ruptura.

Recuperar la confianza en el amor es una tarea que a veces pareciera imposible de superar. La buena noticia es que no hay mal que dure 100 años y con algo de introspección acompañada de una perspectiva lógica-amorosa reforzada por la fe, ésta puede volver a surgir como el ave fénix de entre las cenizas renovada y saludable.

Todo pareciera salido de un cuento lo dulce sabe más dulce y lo amargo desaparece, casi se puede volar; de pronto todo tiene sentido y la vida se vuelve color de rosa. En este estado de placer puro surge la mejor versión personal, los superhéroes se quedan cortos en comparación con lo que podríamos hacer por la persona amada…

De pronto todo se termina ya sea por inmadurez emocional, falta de entrega, diferencias de opinión, omisión de la verdad, caminos distintos o falta de entendimiento mutuo, a veces el amor se acaba y todo lo que antes producía felicidad se convierte en desconsuelo.

El dolor será recíproco al vínculo que se haya formado con la pareja y el nivel de entrega otorgado determinará la intensidad del proceso de recuperación.

Hace algunos ayeres me encontré con un libro del que no recuerdo ni el nombre solo que era de psicoanálisis y de un autor en inglés donde explicaban porque se produce una sensación parecida a la muerte al perder al ser amado:

Cuando decidimos coexistir en dupla formamos un nuevo “ser” a partir de dos personas: además del yo individual se crea un nosotros que nos complementa reforzando nuestras capacidades afectivas, la autopercepción hedonista aumenta porque se basa en las sensaciones placenteras provocadas por esta nueva unión.

Es como si de repente constituyéramos parte de un ente todo poderoso capaz de traspasar lo inimaginable. Por tal motivo cuando la unidad formada llega a su fin, la sensación de pérdida lastima tanto porque la ruptura implica “asesinar” una parte de ti mism@ al separarte del/la otr@ y por eso es al mismo tiempo una especie de suicidio-homicidio emocional.

Según algunos estudiosos de la sucesión del duelo un truene amoroso o un divorcio es uno de los procesos más difíciles de afrontar, incluso es más duro que el de la muerte del consorte porque en la separación de pareja hay que dejar ir aunque la persona siga cerca, además hay que convivir con la idea de que los vínculos más íntimos tendrán que ser disueltos para poder continuar y por si fuera poco el desapego viene de la mano de aceptar que el ser amado estará con alguien más.

Discernir todo esto requiere un tratamiento largo y en la mayoría de las veces tortuoso debido a la gran cantidad de sentimientos que una pérdida de esta magnitud despiertan en los afectados. El deterioro de la autoestima es solo una de las tantas secuelas provocadas, además la culpa, la tristeza, la depresión, el enojo y la impotencia surgen a borbotones.

Existen ya un sinnúmero de libros y escritos que hablan sobre el tema por esta razón es que yo me enfocaré en hablarte sobre cómo recuperar la confianza después de haber atravesado todas las etapas del duelo.

La opinión popularizada es que para poder finiquitar una relación se necesita toda una carga de furia y resentimiento que permita dejar atrás el pasado, esto quizá es válido en el principio del duelo. El enojo sirve para poder tener la fuerza necesaria de tomar decisiones sin embargo si este se prolonga por demasiado tiempo en vez de cumplir con su propósito autoprotector termina intoxicando al(a) afectad@.

Cuando estaba en Brasil de intercambio académico también estaba viviendo un proceso de separación ya que unos meses antes había terminado mi relación más comprometida y duradera.

El día del cumpleaños de mi ex novio me encontraba más triste que nunca porque era la primera vez en años que no íbamos a estar juntos además sabía que él ya tenía una nueva pareja, el dolor era tal que apenas podía contener el llanto.

Ese día por obra de la causalidad mientras caminaba por las calles de Passo Fundo intentando encontrar ese "algo" que me ayudara a encausar la inmensa pena que sentía me topé con una especie de librería a la que entré sin si quiera imaginar lo que me esperaba.

En el interior pregunté a una de las encargadas si tenía algún libro para procesar el duelo por la pérdida de la pareja, entonces Elves una dama como de unos cuarenta y cinco años que lucía radiante, de manera empática notó mi sufrimiento y me guió al interior del recinto que resultó ser un templo de una religión japonesa llamada SEICHO-NO-IE http://www.sni.org.br/americalatina/lo_que_es/oque.asp.

Mientras expresaba abiertamente mis emociones encontradas ante una desconocida esta hermosa mujer me enseñaba cómo decir adiós, me habló de despedirme a través del amor explicándome como para poder liberar al corazón de todo malestar y resentimiento la mejor manera es deseándole a la persona amada toda la gracia del universo y contemplando la posibilidad de en un futuro darle cabida a alguien más.

En ese entonces apenas podía creer que fuera a funcionar pero era lo único que me quedaba, ya me había enojado, desprotricado y deprimido, había llorado hasta secarme y esta opción parecía mucho mejor, dejar ir bendiciendo por todo lo bueno que había recibido y agradeciendo también lo no tan bueno.

Llegar a completar el proceso me llevó muchos meses porque cuando se trata de desapegarse el ego juega malas pasadas y a veces confunde al amor. Al presente puedo decir con todo el corazón que Elves tenía razón no se trata de suprimir el afecto solo es cuestión de transformarlo en gratitud por las enseñanzas otorgadas.

Si no fuera por el dolor experimentado no habría aprendido a buscar el amor en Alethia, asimismo cuando volteo al pasado lo que veo es todo lo afable que recibí porque al ponerlo en la balanza fue mucho más que lo que quizá en su momento me lastimó, gracias a la experiencia hoy soy mucho más consciente y sé que tengo también mucho más que ofrecer.

Lo lindo de los desencantos es que siempre conllevan una gran enseñanza a través de la asimilación de los errores propios y de las infracciones permitidas a la pareja.

Es conveniente conservar el recuerdo de lo desagradable solamente como señal de alerta para que no vuelva a suceder pero también es imprescindible liberarse de todos los rencores porque si no son sanados pueden traslaparse en una nueva relación afectando a quién no se lo merece.

Probablemente lo más difícil de todo es responsabilizarse de los desaciertos individuales, enfrentar las equivocaciones requiere agallas porque implica vencer al ego y a la creencia de omnipotencia.

Autoobservarse como un ser falible aunque pudiera parecer complicado es a veces hasta placentero porque permite contactar con un lema acojedor: yo soy esta realidad y a partir de esto me hago cargo. El dolor cobra sentido cuando se transforma en experiencia.

Con el tiempo y a través de mi experiencia personal he descubierto que el amor va más allá de la propuesta fantasiosa de Disney el “vivieron felices para siempre” es una utopía ya que incluso las relaciones de décadas como los matrimonios de antaño tienen un final ineludible determinado por el fallecimiento de alguno de los cónyuges.

Este ciclo vital de pérdida inminente puede desarrollarse saludablemente si el amor propio es vasto y constantemente reforzado, cuando la fuente de satisfacción principal depende de uno mismo y no de la pareja entonces las relaciones se tornan mucho más resistentes ya que el amor se vuelve un compartir, la felicidad depende de cada uno y nadie tiene la obligación de hacerse cargo de las emociones y sentimientos del otro.

Por tanto para poder volver a fiarse del amor es esencial la confianza en los recursos propios ya que independientemente de los resultados en los que pueda derivar el volver a acaramelarse, cuando tienes la certeza de que tu felicidad es tu responsabilidad y de nadie más entonces sabes a ciencia cierta que cualquier embate será bien sobrellevado y superado.  

Comenzar una relación sin haber sanado la anterior es como querer utilizar unos zapatos sin quitarse los tenis, caminar será imposible y los “pies” terminarán adoloridos.  Por eso es preponderante que contemples si es que has procesado de manera adecuada el pasado y si estás list@ para comenzar la construcción de un nuevo futuro.

En la siguientes tablas te anexo los síntomas de la salud mental con sus oponentes:

Amar significa arriesgar es un acto de fe donde no existe nada seguro por eso se necesita una gran dosis de valentía, según la quinta acepción de la Real Academia Española cuando define esta singular palabra expresa que es una acción material o inmaterial esforzada y vigorosa que parece exceder a las fuerzas naturales.

Y si, el esfuerzo de volver a creer conlleva una gran carga de esperanza cuasi sobrenatural porque cuando se trata de amar no existen certezas, el peligro es concomitante pero las bendiciones que acompañan al sentimiento que mueve al mundo bien valen los posibles inconvenientes de atreverse a buscar la felicidad, además cuando gritas a los cuatro vientos que estás list@ para volverlo a intentar las oportunidades para elegir lo que en amor mereces surgen por todos lados.