Alethia Archilee
Era alguien realmente extraño, no encajaba con lo que en el reino se conocía. En la ciudad de los imposibles todo era relativamente fácil, si los hombres no eran príncipes, o guerreros o eruditos, entonces eran sapos.
Se podía distinguirlos entre sí porque los príncipes llevaban corona y ropas finas, estaban rodeados de súbditos y poseían grandes castillos con caballerizas repletas de veloces corceles blancos.
Los guerreros en cambio acaparaban los campos de combate. Con espada en mano y listos para la lucha, portaban brillantes armaduras y utilizaban su valentía para salvaguardar el
reino.
A su vez, los eruditos estaban en las bibliotecas, acompañados de libros y hambrientos de conocimiento, inquirían cada aspecto de la vida y se encontraban siempre tratando de descifrar los misterios más complicados.
Y los sapos, bueno los sapos no necesitan mucha explicación, hacían lo que un sapo hace, vivir en los pantanos, ser desagradables y croquear.
Había llegado el momento que toda damisela experimenta, ella tenía que escoger con quién compartir su vida de acuerdo a las normas que existían en Hipotetilandia.
Su destino como el de todas las princesas de ese lugar era formar una familia, tener hijos para preservar la especie y dedicarse al cuidado del hogar. El tiempo apremia decían preocupadas las ancianas de la tribu, tienes que elegir ya porque si no podrías quedarte sola, estar sola es terrible, necesitas a un varón que se haga cargo de ti.
- Elige un príncipe dijo una de ellas, con un príncipe tu vida estará más que resuelta. No tendrás que preocuparte por trabajar, realizaras actividades divertidas como jugar cartas o algún deporte digno de una dama de tu nivel. Y cuando lleguen los hijos tendrás doncellas que te ayuden con la laboriosa tarea de procrear.
Siguiendo las recomendaciones de la primer anciana la princesa decidió elegir un príncipe. Sabido esto, el consejo emitió un edicto donde se hacía mención de los deseos de ésta de seguir con las costumbres del reino y contraer matrimonio con un apuesto y acaudalado soberano.
Después de que corriera la noticia príncipes de rincones lejanos acudieron a conocer a tan deseosa princesa. Con la ayuda del consejo de ancianas escogieron al mejor y les concertaron una cita.
Pasaron tardes juntos, bebieron té y durante el tiempo necesario para el cortejo, el galante e insuperable caballero la llevó a los mejores lugares. Cuando el consejo volvió a reunirse para ver
si la joven había tomado una decisión, esta expresó:
- - Él es todo un caballero, es en verdad perfecto, pero yo estoy exhausta, estar con un príncipe es realmente cansado, debo llevar siempre las mejores ropas, zapatos con tacones enormes y no puedo ser libre. Si mi maquillaje no es perfecto o digo algo que no es agradable, el príncipe hace mención sobre mi mal comportamiento y me siento muy incómoda. Ancianas, no quiero un príncipe necesito a alguien diferente.
Las ancianas aceptaron la resolución de la chica y entonces otra de ellas le propuso: Encuentra un guerrero, alguien tan valiente y fuerte que sea capaz de defenderte de los más temidos dragones y que esté dispuesto a dar su vida por una causa importante.
-Intentaré con un guerrero, respondió.
Los príncipes fueron despedidos y la comisión emitió un nuevo comunicado solicitando una horda de valientes guerreros para que la bella princesa pudiera elegir al hombre adecuado.
Después de observar detenidamente, se eligió al más valiente de todos. El musculoso hombre había peleado las más arduas batallas y había recibido las más anheladas condecoraciones.
Siguiendo el mismo procedimiento la princesa pasó un tiempo con él, lo acompañó a los campamentos y escuchó sus deseos. Llegado el tiempo de decidir argumentó:
- -El guerrero es realmente maravilloso, es sagaz y tiene la fuerza de 10 hombres. Pero estoy exhausta. Tengo que correr cuando deseo caminar, debo estar siempre a la defensiva y ni siquiera puedo tener amigos, porque está tan asustado que piensa que el mundo es una amenaza. A su última esposa la encerró en una torre y a mí me gusta ser libre. Además no me abraza porque sentir según dice, es una debilidad. No quiero un guerrero, por favor ayúdenme a elegir algo distinto.
Entonces prueba con un erudito, sugirió otra de las longevas señoras.
-Lo haré, voy a salir con un erudito.
Las mejores universidades fueron enteradas y los currículums no se hicieron esperar. De nuevo el más brillante y capaz fue seleccionado. Ambos invirtieron horas y horas charlando, visitando las bibliotecas más antiguas y tratando de desentrañar el pensamiento.
Cuando llegó la hora de elegir, la princesa arguyó:
- -Tampoco creo que un erudito sea buena idea. Estoy en verdad exhausta, pensar, pensar y pensar es realmente agotador. No puedo equivocarme y tengo que saberlo todo, además cada cosa que digo es refutada y si el error es garrafal es usado en mi contra. La dialéctica como forma de vida no es para mí. Si no tengo la respuesta correcta él se avergüenza y yo me siento realmente tonta. Por favor díganme que hay algo diferente a esto.
-Tendrás que probar con los sapos, intenta besar algunos y esperemos que encuentres algún príncipe hechizado que con tus besos puedas convertir en lo que estás buscando - Mencionó otra anciana algo fastidiada.
Después de numerosos intentos y de besar el suficiente número de sapos, la princesa se dio por vencida. Los sapos no eran lo suyo, en verdad eran tan malos como le habían dicho y no le había sido agradable intentarlo.
Cabisbaja y reprobada por el molesto consejo, la desencajada princesa se echó junto a la puerta cerrada para ella por no poder elegir lo que le estaban ofreciendo.
Mientras lloraba, gritoneaba y pateaba la puerta desconsolada por la expulsión, la anciana mayor, que pocas veces salía de su habitación por su avanzada edad, se compadeció de ella (y se hartó del ruido) y la mando llamar.
Con un gran amor y el entendimiento que los años y la experiencia dan le dijo:
- -Princesa, sé que todo parece perdido y no es así. Aún existe una opción pero es la más arriesgada. Si la tomas necesitarás de todo tu coraje y fuerza para intentarlo.
- -¿Cuál es?- preguntó la princesa de nuevo esperanzada
- -Encontrar un humano
- -¿Un humano? ¿Qué rayos es eso?
- -No hay manera de describirlos, tendrás que descubrir tú lo que son y además tal decreto demandará que renuncies a ser una princesa. La decisión es realmente difícil y deberás emprender un viaje contigo misma.
N Ni tarde ni perezosa, secándose las lágrimas, con miedo y sin saber que le esperaba la princesa que ya no era princesa porque había abdicado al trono, se montó en el corcel que le regaló el príncipe como demostración de su capacidad adquisitiva, se puso también esos zapatillos viejos y desgastados que a él le habían disgustado, se armó con el cuchillo que el guerrero le había enseñado a utilizar y se llevó un par de libros obsequio del erudito.
Además se cubrió con una gran capa que la anciana mayor le proporcionó por si se cruzaba con algún sapo, para que pudiera esconderse, pasar desapercibida y seguir caminando.
-Provisiones listas, energías listas, mi amor voy a encontrarte. Se dijo a sí misma y emprendió la marcha.
Durante algunos años, la exprincesa caminó por los lugares más lejanos e inhóspitos, subió montañas empinadas y los riscos más elevados. Recorrió desiertos y mares buscando eso que no sabía que era pero que según la nonagenaria mujer, le daría lo que ella estaba buscando.
Un día mientras descansaba plácidamente en el bosque sentada en una piedra, se acercó un caballero.
Era atractivo pero no como un príncipe, llevaba el cabello largo y desenfadado y usaba unos zapatos parecidos a los de ella. Seguro no era un guerrero, lucía atlético sin embargo no tenía una brillante armadura ni la espada desenvainada. Tampoco era un erudito, pero en verdad era inteligente aunque no portaba ningún libro en la mano para aventarlo sobre nadie. Y definitivamente no era un sapo, no se veía como uno y olía delicioso.
Poco a poco empezaron a caminar juntos, a conocerse, ella quería tratarlo como lo que había conocido antes. El intentó adecuarse a lo que parecía que ella estaba buscando. Pasaron los meses y la exprincesa contrariada con este espécimen decidió terminar la relación, el hombre también cansado por la confusión siguió su camino y ambos regresaron al lugar de donde venían.
De nuevo en Hipotetilandia, el tiempo siguió transcurriendo y la exprincesa no volvió a ser la misma, ya no sonreía, estaba triste y había perdido el amor por la vida.
Intentó por todos los medios olvidarlo, hasta acudió a una poderosa bruja para ver si tenía algún conjuro para sacarlo de sus pensamientos y nada funcionaba, porque él había tocado su corazón. Sin esperanzas decidió abandonar la idea del amor.
Pidió prestada la torre al guerrero para poder aislarse y estuvo encerrada hasta que el dolor la invadió totalmente. Cuando ya no podía más acudió a la viejecita por socorro.
- Me siento fuera de lugar –arguyö la exprincesa- No tengo hambre, lo que antes me gustaba perdió el color y siento un dolor muy profundo en el pecho. Estoy enojada y solo quiero pelear, no soy la misma y no sé si algún día volveré a ser quién era. La anciana compasiva como siempre la abrazó y le dijo:
-Lo que tienes se llama desamor y es lo que sucede cuando abandonas a quién amas.
- -Como no iba a abandonarlo, respondió. No era como los demás, no entraba en ninguna definición y no sabía cómo tratarlo.
- -No importa tanto como era, le dijo, lo importante es como eras tú cuando estabas con él.
Dicho esto se dio media vuelta y abandonó la celda en la torre y dejó a la exprincesa sola para reflexionar.
Pasaron los días y por fin decidió salir de nuevo para hablar con la abuela sabia.
- Ya sé cómo era yo- le dijo.
-Yo era como quería ser, no había exigencias, si estaba despeinada o recién levantada no había reclamos ni recriminaciones por no estar “bella” siempre, si me arreglaba o decidía ser sexy, él lo amaba y respetaba.
-No tenía que pelear, podía tener amigos, seguir con mi vida y disfrutar al mismo tiempo los momentos que pasaba a su lado. No debía estar pensando todo el tiempo, las cosas eran simples y sin complicaciones, era demasiado fácil estar con él. Me abrazaba y el tiempo se detenía.
Es un hombre libre, no encaja en ningún estereotipo pero me gusta como es y sé que me ama. Y yo lo amo porque aunque no es un príncipe, ni un guerrero, ni un erudito y mucho menos un sapo, es la más hermosa realidad que he conocido.
Dicho esto, abrazó a la viejecita quién sonreía complacida, le dio tremendo apretón y salió corriendo a buscar a su amado.
Él la estaba esperando, porque como le había dicho el día que se separaron, nada está escrito y para él no era un final.
Hoy el humano y la humana viven día por día, no hay promesas de un para siempre porque eso sucede solo en los cuentos de hadas, su final feliz es cuando encuentran un punto intermedio entre su mundo y el de ella. No hay esquemas establecidos pero lo que abunda es el amor y sobre todo la libertad de seguir caminando, cada uno a donde tiene que ir, con la certeza de que juntos o separados todo va a estar bien, porque lo que suceda va acompañado de la mano de Dios.
Por cierto… ella sonríe de nuevo.
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