No todos los hombres son acosadores y las mujeres no somos víctimas eternas.

En el presente siglo, el empoderamiento de la mujer es cada vez más visible, las acciones de sororidad y colaboración en favor de la protección de aquellas, a quienes antes les era imposible expresar las circunstancias de violencia y acoso sexual, han permitido que se cree una consciencia sobre lo que el respeto a los derechos humanos implica, y sobre todo que se tomen las medidas necesarias para confrontar lo que antes se negaba.

Empero, estas condiciones pueden convertirse en un arma de doble filo si se realizan de manera intransigente y sin reflexionar los posibles daños colaterales producidos por quienes, en su afán de hacer justicia terminan soslayando la imparcialidad.

En este artículo, quiero clarificar cuales son las pautas necesarias para distinguir entre el acoso sexual, de los acercamientos relacionales inherentes al deseo de emparejamiento. Además, propondré estrategias emocionales de respuesta asertiva y sensata con base en la diferenciación situacional.

El acoso tiene diversas manifestaciones: puede ir desde una nalgada callejera, un roce indecoroso, un piropo que provoca miedo, hasta una violación.

El estudio hecho por Brain y Win-Gallup International, reveló en diciembre del 2017 que México es de los países con niveles más altos de violencia de género en Latinoamérica donde el 46% de las mujeres en el país admiten haber sido víctimas de acoso sexual[1]

Es lógico entonces que, desde esta perspectiva donde prácticamente una de cada dos mujeres hemos experimentado en mayor o menor grado, las desagradables sensaciones al ser abordadas de manera inapropiada, se creen mecanismos de respuesta inmediata a partir de las experiencias previas.

Las emociones que resultan de haber sido palpadas sin el debido consentimiento son el miedo, asco, vergüenza, ira y culpa, esta última cuando el sistema interno y/o externo enfatiza en que la responsabilidad de la violencia es de la mujer.

Las alteraciones emocionales son inevitables y ajenas al propio control durante el hecho doloroso y también mientras se procesa la experiencia. Pero ¿qué pasa cuando estas emociones no son restablecidas de manera psicológicamente saludable y se prolongan en la línea del tiempo, uniéndose al sufrimiento colectivo?

Como acto de solidaridad ante la pena que embarga a algunas mujeres en ciertos momentos, el feminismo ha propuesto slogans del tipo #todassomosella, haciendo alusión a quién fue víctima de la violencia.

Aunque el sentido primario de esto sea mostrar sororidad, el resultado a nivel inconsciente es contraproducente: cuando el cerebro se aliena con ideas y emociones ajenas, difícilmente puede distinguir entre su realidad y la de otros, creando una situación de caos interno que resulta contraproducente.

Si a eso le sumamos que el proceso de reconocimiento emocional en la mayoría de los seres humanos es frágil, el resultado puede desembocar en violencias innecesarias como los casos injustos ocasionados por el #metoo.

De todas las emociones generadas por las circunstancias de acoso sexual, la más delicada es la ira, aquella que despierta después de reconocerse impotente, vulnerable y en estado de vejación. La adrenalina recorre el cuerpo y la frase “castigo al culpable” toma un sentido verídico.

La rabia además de las otras emociones, son apropiadas temporalmente. Pero si no se sanan en tiempo y forma, crean caminos neuronales que reaccionarán ante cada noticia que le recuerde a quién fue víctima de la violencia su propio dolor, imposibilitando la neutralidad para actuar de manera perspicaz ante cada circunstancia que es diferente per se. 

Analizando el efecto que el #metoo ha tenido de manera positiva y negativa en la sociedad, donde por un lado ha hecho visible lo que antes era silenciado e implícitamente aprobado socialmente y por otro ha tenido repercusiones en algunas personas expuestas a las redes sociales sin un marco referencial alineado a los derechos legales y humanos a los que todas y todos debemos ser acercados con circunspección, subrayo que es preponderante crear estrategias de segregación inteligente para poder actuar acorde a la razón y a las emociones saludables.

Para hombres y mujeres, la relación psicoafectiva y sexual es necesaria. Buscar el afecto, la compañía y la satisfacción de los deseos corporales es una conducta estándar, que en la actualidad tiene diversos matices.

Y es desde los diferentes parámetros de vinculación que quiero distinguir entre quienes buscan tener acercamientos salutíferos y quienes despliegan afecciones de abuso de poder. 

Es aquel que carece de la empatía necesaria y el buen juicio para interpretar las señales verbales y no verbales de rebote. Su conducta se genera por una confusión cognoscente derivada de un entorno familiar que le emitió en la infancia dobles mensajes.

En psicología se conoce como dobles vínculos[1] . Muchos de ellos han crecido en entornos pasivo-agresivos donde el dolor y el amor están entremezclados.

Por tales razones, cuando reciben un no implícito en el lenguaje corporal o sus intenciones son declinadas con amabilidad, no tienen la capacidad de diferenciar las sutilezas entre el rechazo y la invitación a proseguir.

ESTRATEGIA DE RESPUESTA: lxs despistadxs sociales no son malos, ni sus intenciones son destructivas, aunque generen incomodidad. Para poder coartar sus acercamientos es necesaria la asertividad puntual.

Sus reacciones pueden contener ira temporal pero la respuesta final será el respeto inmediato a los deseos de quién emite la alerta de aproximación no deseada.

Los acosadores en cambio, tienen otro perfil:

Es aquel que aprovecha las circunstancias de cercanía con la persona de su deseo, para autogenerarse sensaciones placenteras sexualmente. Exhibicionistas, "amigos" mal intencionados, familiares lascivos, compañeros escolares o laborales repulsivos, pseudoterapeutas, etc.

El tipo 1 tiene como característica agredir de manera indirecta, a veces con abrazos disfrazados de aprecio familiar; otras con roces “accidentales” en el cuerpo de su prospectx o bien, con bromas incómodas referentes a la sexualidad, etc. Se caracterizan por la repetición constante de sus acercamientos disfrazados e irritantes.

Lxs acosadores(as) camuflajeadxs a nivel psicológico tienen una baja autoestima, al no reconocer su capacidad para relacionarse con otrxs desarrollan patologías concomitantes al deseo implícito de ser vistxs y reconocidxs. 

ESTRATEGIA DE RESPUESTA: cuando el acosador(a) es cercanx al ámbito personal, funciona la exposición. Esta puede ser de forma privada o pública dependiendo de la intensidad del ataque, del entorno y sobre todo del estado psicológico del perseguidor. La reacción inmediata será de negación y en la mayoría de los casos emprenderá la retirada.

Dentro de la estrategia de confrontación si lo anterior no da resultado, es recomendable recurrir a las figuras de autoridad moral que son vigentes en cada sector para que tomen cartas en el asunto y limiten al acosador(a).

Es aquel o aquella que está en una posición de poder por sobre la sujeta o el sujeto de su deseo. Tiene la inteligencia suficiente para reconocer el impacto de sus acciones y es consciente de la jetatura que ejerce en sus subordinados(as), acechando en la penumbra de la cotidianidad.

El acosador gandalla, transgrede las normas sociales y omite los comportamientos éticos. Cuando es confrontado reacciona con violencia y hace énfasis en su capacidad de doblegar a quienes lo acusan, culpando en muchas ocasiones a la víctima de perjurio o de provocarle. Este tipo de acoso es más común en los ambientes escolares y laborales.

ESTRATEGIAS DE RESPUESTA: Las amenazas y los improperios son parte de su comportamiento, por ende, es necesario apoyarse de las instancias legales correspondientes si se desea confrontar la situación.

Otra opción también viable es emprender la retirada, a veces quienes son víctimas de acoso no pueden o no tienen las ganas de confrontar directamente y prefieren poner distancia de la situación. Esto es totalmente válido, ya que el objetivo de las estrategias de respuesta es buscar el mayor bien para que la víctima pueda regresar al equilibrio.

Es el tipo más peligroso de la clasificación, no conoce de límites ni de reglas, socaba la autoridad constantemente y sus tendencias psicológicas rayan en la sociopatía.

Además sus pulsiones sexuales son completamente descontroladas y puede llegar hasta las últimas consecuencias para satisfacer sus impulsos.

ESTRATEGIAS DE RESPUESTA: es a las instancias gubernamentales y a las asociaciones especializadas, a quienes les corresponde intervenir para frenar al porcentaje de la población que emite tal tipo de violencia.

En México existe el tema de la impunidad, sin embargo cabe valorar a todxs aquellxs que sí están haciendo lo que les corresponde y que son visibles por su trabajo honorable e incansable.

En nuestro país y en el mundo la violencia según Steven Pinker está en declive[1] . Con esta perspectiva, podemos concluir que son más las personas que se relacionan independientemente del género, desde la consciencia y el respeto a los valores universales. Los hombres buenos coexisten con nosotras y es importante destacar su participación activa en la sociedad, para generar acciones de cambio en pro de la protección de todas aquellas que en algún momento fueron, son o pueden ser víctimas de la violencia sexual.

Una acción consciente que las mujeres debemos de ejercitar para corresponder a la justicia y a la verdad pura, es generar estadios emocionalmente sanos para poder protegernos y elaborar juicios neutrales a partir de una antena de alerta bien afinada.

Imaginemos que todos los seres humanos tenemos una antena de alerta que nos conecta con la intuición y con la capacidad de protegernos. Esta antenita se fortifica a través de un entorno familiar-social positivo y armónico.

Cuando existe alguna experiencia traumática o la repetición de estas, la antenita se atrofia limitando la capacidad de autodefensa o bien, expandiendo las defensas hasta volverlas ofensivas.

Para reparar la antena personal es imprescindible la ayuda profesional a nivel psicológico. Una vez que se trascienden las experiencias antinaturales al amor, es que se puede tener un juicio libre y objetivo.

Si yo soy capaz de separar mis emociones en la línea del tiempo, distinguiendo cuales pertenecen a las experiencias del pasado, cuales son propias de la situación presente (internas y externas) y cuales se generan para prevenir en el futuro, entonces puedo acentuar que la neutralidad es intrínseca a mí.

Y si además soy consciente para identificar aquellas circunstancias que nublan mi buen juicio debido a los dolores que no alcanzo a procesar, tengo entonces suficientes recursos para poder observar desde una perspectiva menos parcializada y emitir una opinión que más se aproxime a la verdad.

Para concluir quiero retomar la frase con la que inicié esta reflexión: No todos los hombres son acosadores y las mujeres no somos víctimas eternas.

El haber vivido en algún momento circunstancias desfavorables, no determina quién se es en el presente, nada ni nadie puede atravesar la dignidad que es inamovible en todo ser humano por el simple hecho de existir.

Empoderarse radica en reconocer que las mujeres somos capaces de maniobrar la vida desde el entendimiento y el amor, y que gracias a esta fuerza, podemos generar estados resilientes que nos permitan volver al centro mismo de la paz interna.